EL NIÑO QUE SOÑABA CON SER SUPERMAN


Todos de pequeño tenemos ídolos a los que nos gustaría parecer. Idealizamos a personas y/o personajes para evadirnos de la realidad que vivimos. Y ya puestos a soñar, ¿por qué no con un superhéroe? La ilusión se compra y se vende, pero su volumen es inmanejable e irrefrenable.

En tus primeros años de vida poco menos que te crees invencible, nunca piensas que te puedan ocurrir desgracias y, de manera simple, divides el Mundo entre buenos y malos. Aunque poco a poco, a medida que vas creciendo, entras en una dinámica en la que comprendes que esa divisoria no es tan clara y que todo es susceptible de ser matizado.

Pero aún eres joven para entender la realidad y piensas que los inconvenientes que te puedas encontrar en la vida tan sólo son pequeñas chinas en el camino que, si las apartas, puedes continuar avanzando. Lo malo puede venir cuando las chinas se pueden acumular hasta la saciedad y tú te canses de mover tanta piedra.

Es en ese instante cuando te pueden empezar a asaltar las dudas. Quizá tu superhéroe no fuera perfecto y que el modelo que promulgaba tuviera aristas. Empiezas a ver que el Mundo va a otra velocidad, que la solidaridad puede llegar a ser una pose y que el principio que más empiezas a padecer es el de “que cada palo aguante su vela”. En definitiva, que tu utópica visión de la realidad queda ahogada por el individualismo imperante.

Pero como posees un idealismo rayando lo “quijotesco” te planteas no cambiar. Seguir con tu visión “ideal” del Mundo aunque ésta te avoque a que  no recibas más que palos. Se trata de defender una manera de ser con todas tus consecuencias, aunque la vida pueda ser un naufragio eterno de nuestras esperanzas.

Dado que con el paso del tiempo has descubierto que no se han desarrollado en ti poderes, quizá el único nexo de unión que puedes tener con tu superhéroe de la infancia es la incomprensión. Pero a diferencia de él, no es una incomprensión que te aboque a la necesidad de ocultarte bajo otra identidad. Has de mostrarte tal y como eres dado que, el mayor activo que tenemos las personas es que nos consideren tal y como somos y no como aparentamos ser.

Darte cuenta que el Mundo no es como imaginabas, que puede haber personas que te decepcionen después de haber confiando mucho en ellas y que la felicidad no es eterna y que dolorosamente se alterna con períodos sombríos, hace que te asalten todavía más dudas. Dudas en torno al futuro, que te pueden llegar a torturar. Dudas en torno a lo que hiciste en el pasado, que te pueden llegar a encadenar. Y mientras dudas, no te das cuenta que puede que se te esté escapando el presente entre las manos.

Por eso, cuando vas teniendo cierta edad, hay que bajar un poco de las nubes, hacer memoria y recordar. Porque, en el fondo, la vida no es como es si no como la recuerdas. Es mejor no empeñarse en buscar el reconocimiento si no en ser alguien que merezca la pena conocer. En definitiva, se trata de no vivir la vida de otros. Felicidades a todos aquellos que alguna vez creyeron ser Supermán. 

Comentarios

Sergio DS ha dicho que…
¡Qué me vas a contar!, yo que quise volar por el firmamento atravesando galaxias y me quedé en SuperEhore. Eso sí, que los ideales de cada cual sigan enorbalándose, dan muchos motivos a seguir adelante.

Si no Súper, sí Excelente entrada.
María ha dicho que…
pues que quieres que te diga, a mi me gusta andar subida de vez en cuando en mi nube particular, no puedo imaginarme sin ella, al final se convierte en refugio para días "de los malos"...

un beso
haujavi ha dicho que…
Yo me acuerdo de esa frase que decía superman a Lois, "yo nunca miento". Fíjate, ya con superman puedes ver esos matices que distinguen mentir de no decir toda la verdad jajaja Superman decía que no mentía pero luego cuando le decían de donde venía siempre decía cosas que no eran completamente verdad. Yo creo que para ser mejor persona lo mejor es aspirar a llegar a ser como alguien que no se puede lograr pero al menos tener ese fin y si puede ser llegar a ser uno mismo mejor que mejor.