LA PULGA SIN DOMADOR Y EL DOMADOR SIN PULGA

Cuando lo has conseguido todo (o casi todo) es comprensible que te sientas invulnerable, que creas que puedes con cualquier adversidad y que tengas la sensación de no necesitar a nadie. También dicen que no se echa de menos a alguien hasta que esa persona se ha ido.
Esas sensaciones, esas dudas pueden que invadan ahora mismo a esa pulga y a ese domador de los que hablamos una vez (https://pedalier.blogspot.com/2012/02/el-domador-de-pulgas.html). Estarán pensando por qué separaron sus caminos si juntos eran más fuertes y por separado han sido más débiles.
Difícil dicotomía: ¿cuándo es el momento para dejar una relación que se sabe que no va a ser eterna (bueno, en realidad ninguna es eterna)? ¿Es mejor dejarlo cuando todo va bien y así guardar un buen recuerdo de ella? O por el contrario, ¿es mejor continuar hasta exprimirla y correr el riesgo que ésta se rompa?
En este caso que nos ocupa, la relación se dejó en la cúspide de la misma. Quizá por miedo a que el desgaste la deteriorara hasta el extremo de no poder recomponerla. O también porque por ambas partes hubiera un deseo de reivindicación: que uno sin el otro sí podría alcanzar similares éxitos. Pero los éxitos no llegaron o si llegaron, no se saborearon de la misma manera.
Teniendo esa sensación de frustración, el domador sólo vio como solución volver a contar con los servicios de la pulga. Y la pulga se dejó querer, aunque eso supusiera salir del ecosistema en el que siempre ha vivido. El riesgo merecía la pena, era el último tren que podría coger la pulga porque el paso inexorable del tiempo empezaba a pasarle factura.
Y, sin embargo, a pesar del reconocimiento mutuo de necesidad de uno y otro, el reencuentro no se produjo…de momento. Qué tiempos estos en los que al final, para que algunas relaciones fructifiquen, otros aspectos diferentes a los emocionales tienen más peso. Poderoso caballero es el que decide muchas veces por nosotros.

Comentarios