CUANDO UNA CAMARERA TE ENTRA POR LOS OJOS…Y POR SUS LABIOS



Nunca lo hubiera pensado de él, de otro sí, pero no de él. Pero una camarera es un ente con muchos recursos que puede dejar tocado al más recto de los hombres. Esta es la historia.

Te reúnes con tus amigos después de mucho tiempo sin estar juntos. Es momento de contaros cómo os va, qué andáis haciendo y qué expectativas de futuro tenéis. Es una noche reservada para ellos, una reunión de hombres porque se va a hablar de temas masculinos; por ello, os habéis preocupado que ninguna hembra interceda en vuestras conversaciones.

Tus amigos, cada vez que hablas, te escuchan con atención porque como orador, no tienes precio. Parece que sube el pan cuando hablas, obnubilas a la concurrencia. De todos los temas hablas, porque de todos sabes algo, escuchas porque sabes escuchar y defiendes ideas porque realmente crees en ellas. Podría decirse que eres un tipo ejemplar, intachable y recto.

¿Qué o quién puede hacerte desviar del camino recto? Bien lo sabes tú: una mujer. Qué inteligente fuiste al planear una reunión con tus amigos sin mujeres por medio, sabías que te podrían dar problemas. Pero no existe plan perfecto y todos tienen sus aristas. Y cuando entras en un bar, sabes que detrás de la barra te está esperando una camarera.

Al principio, entre el tumulto de gente y dado que es un bar conocido por ti, no tienes miedo de lo que pueda ocurrirte porque ya conoces a las camareras y ninguna te hace tilín (a un amigo tuyo sí, pero a ti no). En ese momento, te frotas las manos. Todo ha salido a pedir de boca, primero en un bar regentado por un calvo y ahora en otro con camareras con poco morbo. Como tu sentido de la responsabilidad te acompaña hasta en tus noches de fiesta, te encargas de pedir las consumiciones a tus colegas. Ni les preguntas qué van a tomar, porque de sobra sabes lo que beben.

El bar está apestado y te abres paso entre la gente, no si antes rodear a aquel grupito de forasteras que todos los fines de semana te las encuentras y que parecen sacadas de un concurso de belleza de la Casa de los Horrores (Ver “La Salida del Armario”). El camino se te hace interminable, entre otras cosas porque vas parándote a hablar con conocidos que te vas encontrando. Parece que la barra nunca llega. Pero llega.

Buscas a la camarera que le mola a tu amigo, no solo porque ella tan solo verte sabe lo que consumís sino, sobre todo, porque os invita a la segunda copa. No la ves y decides llamar al típico camarero cachas que todo bar que se precie ha de tener. Pero el tío está más preocupado de enseñar sus bíceps a la concurrencia femenina que en atender la barra. Te planteas irte y volver más tarde, hasta que una dulce voz femenina te hace recapacitar:

-¿Qué vas a tomar?

Giras la cabeza con actitud indiferente para ver quién te está llamando y ¡zas!, se produce un cortocircuito en tu mente. Se apagó la luz en tu cerebro. La única luz que te ilumina en ese momento es la que irradian los ojos negros de ELLA. Te quedas sin palabras, sólo salen balbuceos de tus labios. ¡¡Sus labios!! Grandes, voluptuosos y naturales, sellan una amplia boca con una dentadura perfectamente alineada.

No te recuperas del shock, has olvidado por completo las consumiciones que querían tus amigos. Uno de ellos aparece por allí, te echa un capote y pide por ti. Te recrimina lo mucho que has tardado para luego olvidarte de lo que ibas a pedir. Tú te justificas diciendo:

-Pero, ¿has visto cómo está?

Tu amigo observa a la susodicha y no ve nada que le llame extraordinariamente la atención, salvo las braguitas de color llamativo que sobresalen de su vaquero. Se conoce que era el fin de semana del Domund y la muchacha estaba pidiendo un donativo.

No volviste a ser el mismo. Tus amigos conversaban pero tú no participabas en la tertulia y si lo hacías, era sólo para insistir en el tema: pero, ¿habéis visto cómo está? Aguantaste toda la noche sin volver a la barra, pero sin dejar de echar vistazos hacia ella. Poco a poco el shock se te fue pasando y a última hora de la noche, cuando el bar se estaba despejando, te armaste de valor y diste la cara. Sin venir a cuento, sin copa de por medio, interrumpiéndola en su trabajo, presentaste tus credenciales. La chica, que seguro que lidia con situaciones similares todas las noches, no mostraba demasiado interés por tus preguntas ya que sus respuestas eran más bien escuetas. Tú, que sigues en una nube, simplemente con que te conteste, aunque sea con monosílabos, te vas creciendo y crees que la tienes en el bote.

La cordura poco a poco estaba volviendo a ti y te diste cuenta que con sólo palabras, no ibas a llegar a ningún puerto. Como era la hora de cierre y la chica ya estaba recogiendo el bar, te ofreciste a cargar las cajas de botellas retornables que ella había comenzado a apilar. Lo que empezó siendo una ayuda terminó siendo un encasquetamiento, pues la susodicha no volvió a llevar caja alguna.

Da igual, tú eras feliz. Después de las cajas vino lo de barrer. ¡¡Cómo te metiste en el papel de barrendero!! Tú barre, que te barre y ella hablando con sus amigos. Dejaste el bar como los chorros del oro y cuando te quisiste dar cuenta, el dueño te dio las llaves para que cerraras. Ambos estabais encantados de la vida. Él porque había encontrado a un empleado a coste cero. Tú porque te ibas a casa en una nube, sin reconocer la realidad, convencido que habías impresionado a aquella camarera, la cual ni siquiera se despidió porque le esperaba su novio fuera. Pobre infeliz.

Comentarios

Mónica ha dicho que…
Jajaja, si es que ya lo dice el dicho "tiran más dos tetas que dos carretas" y está comprobado.

Sobre el comentario que me has dejado en el blog:

Si el amor dura ¿4 años? y luego sólo va a quedar cariño, amistad y respeto creo que me quedaré soltera, porque esa misma función me la hace un perro y no me complica tanto la vida :P

Mua!
haujavi ha dicho que…
Trabajar gratis... Eso me recuerda a cuando entré en esta empresa, cobraba pero sinceramente la suma era tan ridícula que se asemejaba a no cobrar. Por cierto, ¿aquí no se podría aplicar el teorema de la camarera? En este caso fue tan contraproducente que no sacó un segundo acercamiento, supongo que precisamente por las premisas del teorema.