
Habrá quien no crea en el destino, que piense que las cosas ocurren por designios lógicos y que no hay nada escrito. Tienen razón, pero han de pararse a pensar en un pequeño detalle: hay determinadas personas que por más que lo intenten, el destino se ha empeñado en no unirlas.
Es algo parecido a lo que ocurre con el agua y el aceite, que no son capaces de mezclar por más litros que se viertan de ambos en un cazo. La predisposición y las buenas intenciones de ambos no son suficientes.
Ahora bien, se plantea otra cuestión. Si está claro que esas dos personas vivirán vidas separadas, ¿por qué el destino les hace creer que no y les hace albergar falsas esperanzas? Si está claro que hay un componente fuera de toda lógica que ya ha decidido que no puedan acabar juntos, ¿por qué no se dejan de emitir señales que indican lo contrario? Es como nadar y ahogarse en la orilla. Todo funciona hasta que llega el momento que todo se desmorona. No se sabe quién y por qué se crea el roto, no hay que buscar culpables, simplemente se produce el estropicio porque sí.
Da igual que se intente una, dos o tropecientasmil veces. Cuando es que no, es que no y además es imposible. No conviene hacerse falsas ilusiones y aceptar nuestro sino. ¿Quién decide eso? No lo sé, quizás haya algún ser divino que se divierta con estas cosas, pero está claro que ese divertimento es bastante cruel.
Comentarios
Nos leemos,
Mua!
Gracias por la visita, ya te tengo fichado, nos leemos!
BESOS
Esta entrada me gustó muchísimo. El tema me parece de lo más interesante, la verdad...
Un muá (L)