DE CUANDO LAS LÍNEAS SE VUELVEN CURVAS

Cuando menos te lo esperas, lo más inesperado rompe la quietud. Como una lluvia fina, el agua te va empapando casi sin percibirlo que, cuando te quieres dar cuenta, estás completamente mojado. Y para no ahogarte tienes que nadar, nadar muy fuerte, con todas tus fuerzas para no ahogarte.

 

No por esperado deja de sorprenderte. Parece que tú eras el único que no te dabas cuenta (o no querías darte cuenta) hacia donde se encaminaba tu deriva. La mayoría de las veces se aprende muy bien la teoría, pero se aplica poco la práctica.

 

Lo mejor no es tratar este conflicto como una batalla de vencedores y vencidos, como un pasajero que ha dejado pasar multitud de trenes. Eso lo único que puede hacer es hundirte más y tener más difícil salir a flote. Esto va de otra cosa, simplemente de sobrevivir. Pero no sólo de eso. También de encontrar un equilibrio entre lo que se quiere y lo que se puede.

 

Como todo en esta vida, hay que estar dispuesto a admitir renuncias. Discernir quién cede más y obtener un acuerdo, si no justo, defendible, es lo más difícil de conseguir¿Dónde poner el límite? Donde encuentres la paz interior que te permita afrontar el futuro con optimismo.

 

Y eso es lo difícil. Intentar construir una coraza donde las emociones no se apoderen de tu vida, requiere de una gran fortaleza mental. Pero es posible. No creo que nadie no esté capacitado para afrontar esa batalla interior. Se necesitan fuerzas y tomar distancia. La distancia te permite discernir qué es lo verdaderamente importante y qué no lo es, quién de verdad está a tu lado y quién se arrima sólo por interés. Salir del bucle diario al que nos arrastra la monotonía es la clave.

 

Por eso, cuando las líneas se vuelven curvas, hay que tomar la iniciativa y tener muchas fuerzas y luchar, no parar de luchar. Los problemas no te pueden vencer, tú tienes que poder vencerlos. Se puede, claro que se puede.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me alegra que vuelvas a escribir! ... Y claro que se puede :). Inés