UNA SONRISA EN LA MIRADA

En estos tiempos pandémicos que nos ha tocado vivir están surgiendo nuevos hábitos sociales en los que no habríamos caído hace tan sólo unos meses. Y no me refiero a los que las autoridades sanitarias recomiendan.
Como buenos latinos somos tendentes a relacionarnos mucho, a tener una activa vida social, a gesticular bastante y a expresarnos a veces con vehemencia. En estos momentos con las medidas de distancia social y llevando una mascarilla que nos cubre gran parte de la cara, puede que nos sintamos como si nos hubiesen amputado.
Este virus, que parece que lo monopoliza todo, está dejando secuelas que van más allá de la sintomatología propia de él. Más que un virus respiratorio es un virus anti social, lo cual también provoca un tipo de secuelas, no visibles a simple vista, pero quizá más profundas y prolongadas en muchos aspectos. Nos deja incompletos, huérfanos de cariño y apenas sin diferenciarnos de un simple robot sin sentimientos.
Más que una “nueva normalidad” es una anormalidad. Como seres humanos, va en nuestros genes la interacción, el relacionarnos con nuestros semejantes. Ello nos hace crecer como personas, por el aprendizaje que ello conlleva, pero también nos hace centrarnos, ser más fuertes y tener más entereza cuando estamos faltos de ánimo. Si todo esto se pierde, nos convertimos en seres cuasi insensibles a los que se les ha robado una parte del alma.
Pero es lo que nos ha tocado vivir, no podemos revertir la situación ahora que el problema ya ha estallado. Aunque algunas medidas interpuestas se queden para siempre, al menos que no nos arrebaten nuestra esencia, que ésta perdure en el tiempo, aunque sea en pequeñas gotas.
No todo van a ser hábitos y costumbres que nos deshumanicen. También están aflorando nuevas habilidades para expresarnos. A pesar de que una máscara nos cubra prácticamente nuestra cara, que nuestra expresión facial haya quedado mutilada, de momento los ojos se libran de esa clausura. Nos estamos dando cuenta que no sólo sirven para mirar, también hablan por nosotros.
La expresividad que los ojos irradian parecía oculta ante otras partes del cuerpo que hablaban por nosotros. Y la verdad, no sé por qué habíamos relegado esta opción cuando nos relacionamos. Los ojos son transparentes, no ocultan nada, ni lo bueno ni lo malo, la profundidad en su mensaje puede dejarte sin argumentos, pueden decirte tantas cosas sin decirte nada…
Aunque algún día mandemos al olvido las mascarillas, no deberíamos dejar de practicar esta habilidad de expresarnos a través de nuestra mirada. Saber lo que otra persona quiere decirnos nos ahorraría muchos malentendidos, potenciaría la empatía y quien sabe si muchas historias de amor no se verían truncadas.
Sonriamos con nuestra mirada. No cuesta nada y nos haría a todos más felices, que falta nos hace en estos tiempos inciertos.

Comentarios

Letilasa ha dicho que…
Siempre he pensado que entenderse con la mirada era algo mágico.
Hay miradas más expresivas, que brillan, sonrisas en las miradas y, por desgracia, ahora hay muchas miradas vacías.
Pero entenderse con la mirada, es otra cosa.