EN LOS TERCIOS DE FLANDES (III): Orgullosos de ser tus amigos


La Historia tiende algunas veces a repetirse, aunque uno no quiera. Si el año pasado en nuestro viaje a Canarias nos topamos con la “Semana Tentación” (Ver “La Marca Blanca”), este año hemos doblado la apuesta y, ni cortos ni perezosos, desembarcamos en Holanda en plena celebración del Orgullo Gay.

Por supuesto que respetamos esa opción sexual (aunque no la compartamos), pero no fue ese el motivo de nuestro viaje. Ahora sí, en honor a la verdad, en aquellos puntos donde había celebración, la gente se lo estaba pasando en grande.

Ante este tipo de situaciones en las que te encuentras un poco desplazado, tiendes a buscar lugares comunes y algo o alguien que te proteja. Y qué mejor protección que la de un policía, el guardián de la ley, el encargado de restablecer el orden y…lo más sorprendente, de repartir colgantes rosas conmemorativos de esa celebración.

Hubo que frotarse varias veces los ojos para percatarse que lo que estábamos viendo era real: los policías eran los encargados del merchandising en esa “bacanal rosa”. El orden, que no el decoro, era un ejercicio de autogestión de los participantes. Y en honor a la verdad, los gays y las lesbianas, dentro de su pluma, supieron comportarse.

La duda que nos quedó es si estos agentes del orden se representaban a sí mismos (porque fueran de esa opción sexual) o representaban a todo el cuerpo. La duda se disipó al día siguiente, el día en el que se celebró el desfile. A diferencia de aquí, donde el desfile lo hacen como si fueran unas reinas es decir, en carroza, allí, aprovechando la multitud de canales que pueblan Amsterdam, el desfile se hace en barcazas.

La verdad es que no vimos nada que no hayamos visto antes. Se conoce que los gustos son universales porque ver a un grupo de gente bigotuda con cuero y látigo está más “visto que el tebeo” en ese tipo de celebraciones. Pero la “Politie” nos volvió a sorprender. Allá, a lo lejos, se veía una barcaza de grandes proporciones, apestada de gente y emitiendo un ensordecedor ruido a modo de discoteca andante. Una vez más, tuvimos que frotarnos los ojos al ver pasar ante nuestras narices la barcaza que representaba a la Policía. Llegado a ese punto, por fin comprendías porqué no habías visto a ningún agente durante el recorrido: estaban todos en esa barca.

Dos preguntas nos rondaron la cabeza. ¿Quién se ocupa del orden en esa ciudad? Porque la Policía desde luego, no. Y, ¿habrá que ser gay o lesbiana para ingresar en el Cuerpo? Tan sólo había que ver que nadie llevaba casco cuando montaba en moto (o en bici) y que las “pirulas” conduciendo eran el “pan nuestro de cada día” para darnos cuenta que los policías eran los Relaciones Públicas de la ciudad.

Comentarios

haujavi ha dicho que…
Curiosos policias, pero bueno, al menos no molestan.